Distraído
y enredado
por los caminos de una sangre densa, que acude a las sienes, ¿quizá
atraída por blanco resplandor de hojas que (me)
entra
por los
ojos para ir a dar al fondo de (mis)
pálidas retinas, en dónde la llamada emerge hacia una sangre que
venga, que acuda pronto
a
dar cuerpo, raíz, sustento y consistencia a este desfile de imágenes
fantasmagóricas que pone a girar (mis)
órbitas, órbitas en órbita hacia un mareo-moto impensado y difícil
de nombrar,
porque se compone separándose, como el deseo mismo y sus dos polos o
aspectos, Eros y Tánatos, la canción infinita
que produce la modulación de tantas situaciones tonales sobre las
que el aspecto se desliza, de aquí para allá, nuevamente y
siempre,
todo se desliza y a veces el tránsito es lento y palpitante y a
veces es velocísimo y desconcertante, desamparante, alucinante,
disgregante, y
cuando todo se ha por fin disgregado:
¿qué hay detrás?... ?
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