viernes, 29 de septiembre de 2023

Visita

 

 
imagen: Dolores Marat

Visita

por Juan Baio


El miedo a morir es casi universal. El miedo a estar muerto, en cambio, es más específico. Requiere una imaginación algo desarrollada. No obstante, también está bastante difundido. Personalmente lo sufría horrores…

En verdad, ahora que ya estoy muerto, la cosa es más tranquila de lo que imaginaba. Hasta diría que es una situación amable. Por empezar hay pocas interrupciones. Eso sí que lo sufría, de vivo. Estando vivo, digo. La incontrolable desopilancia del tiempo. La ausencia de un cuarto de hora enteramente propio. Ahora es más sencillo. No hay tiempo, ni espacio abierto. Sólo esto, un cuarto propio de nada ilimitada.

***

Estando así es más fácil distinguir lo esencial de lo accesorio. Lo esencial: saberme parte tuya; saberte parte mía, saberme fruto de un amor posible, no ideal, fallado, fallido y genuino.

Lo accesorio: tus límites, las formas contingentes de tus bordes ásperos, rasposos o filosos, tu insuficiencia para aprender a ver de nuevo lo que te rodea a medida que cambia y ya no se ajusta al hábito que consagraste para medir la normalidad de tus días, la regla de lo “sano” y lo “sensato”, tus berrinches abominables, tus estallidos, esos colapsos celestes, cielo astillado y esquirlas cayendo sobre mi cabeza.

 

***

Voy a visitarte.

***

Ahí estás. Sentado sobre ese sillón favorito, cómodo pero demasiado bajo para tus piernas, un poco endebles últimamente. Mirando por la ventana las nubes oscuras, la hilera de álamos, meciéndose al viento como si fueran algas inmensas agitándose al fondo de un mar pretérito atravesado por corrientes frías. Pensás en mí, me imaginás en ese espacio que se abre frente a vos tras la ventana, en ese mar imposible me ves nadando por el agua-aire, entre los álamos, sumergido y tranquilo, en ese otro mundo de sombras que se deposita sutil sobre el mundo diurno. Pensás que me extrañás, que te gustaría romper la ventana, arrojarte de cabeza al aire-agua, buscarme, tocarme, nadar conmigo.
Eso pensás.
(En esta condición descubro que una pequeña volición imaginada donde solía estar mi oreja alcanza para escuchar tus pensamientos. No te preocupes, no espío más. Quiero que hablemos en igualdad de condiciones.)

***

Otra leve volición imaginada donde solía estar mi piel, y ahora me ves, sentado a tu lado en el otro sillón. Hablamos.
Resulta más o menos así:

***

- Hola.

- Hola hijo. Estaba pensando en vos.

- Yo también. Hace un rato.

- Cómo has estado. Tus cosas.

- Bien papá. Se está bien. Tranquilo.

- Mucho trabajo… ¿?

- No se trabaja, se está nomás.

- Claro, claro. Acá estuvo haciendo buen tiempo. Ahora está horrible.

- A mí me gusta.

- Sí, es lindo. Pero viste… y lo tuyo, allá, cómo es, ¿es frío?

- Ni frío ni caliente.

- Ajá, ajá. ¿Y estás cómodo? ¿Es grande? Quisiera que estés cómodo.

- Muy cómodo. No tiene bordes.

- Ah mirá vos. Sí, sí, entiendo. Bueno, me alegra que estés bien. Quiero que estés tranquilo.

- Vos cómo estás.

- Yo bien hijito, yo bien. Tengo mis cositas, pero ando bien.

- Cositas.

- Nada importante.

- Podés contarme.

- Ya sé que te puedo contar. Pero me gustaría, la verdad, que estés acá.

- Estoy acá.

- Sí. Pero así. No es lo mismo.

- No, lo mismo no es.

- … bueno hijito, gracias por pasar. Creo que me voy a descansar un rato.

- Papá…

- ¿Sí?

- Todo eso que se rompió... tantas veces, ¿viste? Todo eso roto, allá, no duele. No está. Sólo quedamos nosotros.

- Ah, sí. Sí, claro. Entiendo. Mirá vos qué bueno. Me alegro. Buen viaje hijo. Volvé despacio. Que descanses.






martes, 5 de septiembre de 2023

distraído y enredado por los caminos

Distraído y enredado por los caminos de una sangre densa, que acude a las sienes, ¿quizá atraída por blanco resplandor de hojas que (me) entra por los ojos para ir a dar al fondo de (mis) pálidas retinas, en dónde la llamada emerge hacia una sangre que venga, que acuda pronto a dar cuerpo, raíz, sustento y consistencia a este desfile de imágenes fantasmagóricas que pone a girar (mis) órbitas, órbitas en órbita hacia un mareo-moto impensado y difícil de nombrar, porque se compone separándose, como el deseo mismo y sus dos polos o aspectos, Eros y Tánatos, la canción infinita que produce la modulación de tantas situaciones tonales sobre las que el aspecto se desliza, de aquí para allá, nuevamente y siempre, todo se desliza y a veces el tránsito es lento y palpitante y a veces es velocísimo y desconcertante, desamparante, alucinante, disgregante, y cuando todo se ha por fin disgregado: ¿qué hay detrás?... ?